“Malos” olores en la oficina

¿Son las 5 de la tarde y te sientes sofocado? Es la misma luz, el mismo ruido, la misma carga de trabajo. Sin embargo, algo siempre cambia a peor: los olores en la oficina. Los “malos” olores son considerados contaminantes ambientales y pueden afectar tu productividad.

Los actuales sistemas de ventilación incluyen estándares para el control de bioefluentes (emitidos por las personas) y toxinas como el humo de cigarro. Pero no es suficiente.

Crédito: Matt Buck (Flickr: mattbuck4950)

Medir la contaminación olfativa depende de factores totalmente subjetivos. Un olf es la unidad de olor emitida por una persona que se ducha 0.7 veces al día, cambia su ropa interior diario y trabaja sentado por largas jornadas.

¿Qué sucede si el empleado estándar cambia alguna de esas variables (baño, ropa o actividad física)? Si no existe la suficiente ventilación, los olfs se convertirán en contaminantes, sin importar que se trate de un “buen” o “mal” olor.

Crédito: Jasleen Kaur (Flickr)

Los “buenos” olores son, como cualquier apreciación, una cuestión personal. En general, un aroma aceptable debe ser fresco. agradable, no peligroso ni irritante. Existen dos variables en toda esencia: la calidad y la aceptabilidad.

La calidad se mide a partir de la fuerza distintiva de un olor. Si después de mezclar un aroma de fresas y otro de sudor puedes distinguir ambos, significa que la calidad de los dos olores es alta. A esto se debe que algunos desodorantes ambientales no sean 100% eficaces.

La aceptabilidad o tono hedónico es la capacidad de un olor para ser molesto; independiente de la apreciación subjetiva como “bueno” o “malo”. Para que una esencia se considere contaminante debe cumplir con alta frecuencia, calidad e intensidad.

Dependiendo de ambas variables, la dosis de hedor y el umbral de molestia (número de personas que reaccionan al olor con incomodidad), algunos efectos son dolor de cabeza, náuseas, vómito, comportamientos evasivos, problemas de memoria y concentración.

A continuación, te compartimos algunas mejores prácticas para reducir los malos olores en la oficina:

  • Lo más importante es concientizar a tus compañeros sobre el tema. Crea campañas de higiene. La limpieza personal (bucal y corporal) posterior a la hora de comida deberá ser lo más importante.
  • No obstruyas las rejillas de ventilación ni respiraderos. Notifica al personal intendente sobre bloqueos de corrientes de aire o zonas humedecidas.
  • No deposites basura orgánica en los basureros de la oficina. Coloca los residuos en los depósitos de la cocina. La contaminación biológica  en zonas de trabajo podría reducir.
  • Sé responsable con lo que almacenas en el refrigerador y manténlo libre de malos olores. Tampoco guardes comida ni productos en descomposición en estantes.
  • Olvídate de comer en el escritorio. Además de saturar el ambiente, es el lugar más antihigiénico de la oficina.

  • Limpia constantemente tu escritorio, especialmente la computadora. Usa cotonetes para el teclado y paños semi húmedos para el resto del equipo.
  • ¿Recuerdas el olor a viejo en las bibliotecas? Bueno, así olerá tu archivero si permites que se acumule el polvo.
  • Decora con plantas, principalmente aquellas que aporten olores neutralizadores (como el eucalipto). Procura darles mantenimiento, porque pueden convertirse en focos de malos olores.
  • Crea desodorantes caseros; es otra forma de integrar la cultura DIY a tu trabajo. Puedes cocinar esencias líquidas, jaleas, tabletas, absorbentes de olor y bolsas aromáticas.

¿Cuáles de estas mejores prácticas has llevado a cabo en tu oficina? Recuerda que los buenos olores comienzan con la higiene diaria.

Crédito de imagen de portada: Nur (Flickr: nuriko san)