Todos queremos hacer cosas importantes, todos queremos relaciones especiales, queremos ser vistos, validados y reconocidos en cada uno de nuestros círculos.
Es nuestro anhelo aunque a veces nos perdamos en la búsqueda y podamos incluso atropellarnos en el camino y de paso llevarnos entre los pies a seres que amamos pero, ¿a poco no es verdaderamente especial poder amanecer y abrir los ojos con la certeza y garantía de que estás respirando y más en esta etapa tan complicada?
¿A poco no es una bendición el hecho de poder elegir el camino que quieres tomar sin más restricciones que las que tu mente te pone?
No intentes gastar energía en demostrar tu valía a los demás porque ya eres especial e invaluable; No hagas malabares por ganarte un lugar porque ya lo tienes, ahora sólo ocúpalo, pero ocúpalo en serio y da lo mejor que puedas sin compararte, ve por esa oportunidad que tanto anhelas, como siempre te digo: enfócate.
A todos nos pasa, todos nos distraemos y nos desconectamos de nosotros mismos, perdemos presencia y vitalidad, perdemos energía cuando renunciamos a nosotros para buscar la aprobación del mundo cuando el mundo afuera es sólo una proyección de tu mundo interior y eres tú quien necesita tu propia aprobación a través de quienes te rodean.
Tu familia es tu gran espejo, tu pareja es tu reflejo, tu jefe y tu círculo social son tu propia proyección, ellos sencillamente muestran el trabajo interno que tienes pendiente. No podemos reconocer nuestras heridas si no es a través de los demás.
Tú puedes ser el mejor pastel de chocolate y a la otra persona le gusta la vainilla y eso no te hace un mal pastel, no es personal, no hay nada malo en ti, no eres el problema.
El problema es creer que eres el problema cuando esencialmente es tu percepción lo que hay que corregir. Nadie puede rechazarte, insisto, los demás te muestran el propio rechazo que sientes hacia ti, tu propia imagen distorsionada.
El otro día me encontré un poema de Marianne Williamson, que fue leído por Nelson Mandela en su discurso de investidura como Presidente Electo de Sudáfrica (1994) y te lo quiero compartir porque me parece que transmite todo lo que hoy quiero decirte:
Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.
Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres hijo del universo.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.
No solamente algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.
Reconócete, cuando tú des la importancia necesaria a tus planes y proyectos, cuando te tomes finalmente en serio y te disciplines apostándote de verdad dejarás de buscar tanto afuera y las oportunidades se abrirán ante ti.
Por: Rosario Cardoso
|