5 errores comunes al iniciar una presentación en público

Los mejores oradores que he conocido se asumen responsables
de la atención y la entienden como necesaria

 

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Artículo publicado en elfinanciero.com.mx el 26 de octubre de 2015

 

No importa en razón de qué vaya usted a hablar frente a una audiencia. Desde el momento en que lo presentan, el público asume que hablará razonablemente bien. Sin importar las horas vuelo que tenga en el arte de hablar en público, la mayoría de los oyentes del mundo corporativo le darán unos segundos iniciales de atención y cortesía, para después decidir si mantienen su atención primaria o si la desvían a otro asunto.

Sin perder la capacidad de asombro, observo de manera recurrente cómo ejecutivos y políticos desperdician ese privilegio de la atención inicial. Razones hay muchas. Aquí sintetizo las más comunes.

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Salutaciones eternas

Sin prejuicio de ningún presídium ferrocarrilero, ni de la elegancia que puede reflejar el referirse a las personas con mayor investidura en una audiencia, resulta difícil no levantar la ceja cuando un orador empieza a referirse, uno por uno, a los integrantes de una mesa de honor o a los asistentes “más importantes”. Especial crítica merece cuando se tienen cinco minutos para hablar y la salutación dura cuatro. Aislando ceremonias muy protocolarias que lo hagan indispensable, haga esas salutaciones genéricas y lo más cortas que sea posible.

 

Decir que viene a hablar de “x” o “y”

Iniciar afirmando que se viene a hablar de algo, además aderezándolo con adjetivos como “importante” o “crucial” pretendiendo generar mayor interés, suele producir lo contrario. Usted ya está hablando. Entre al tema, no lo enuncie. Entre más rápido inicie la sustancia de su presentación, mejor. No hacerlo así es iniciar con paja discursiva.

 

 

Revelar que no tuvo tiempo para prepararse

Quien lo hace con honestidad, rompe cualquier expectativa positiva y quien lo realiza con falsa modestia, no se ven bien. Cualquier público asume que usted se ha preparado antes de pararse frente a ellos. Como afirmaba Dale Carnegie en su libro ¿Cómo hablar en público?, la primera regla de un orador es prepararse, prepararse y luego preparase. Si usted no lo hizo, consérvelo en su fuero interior y enfóquese en improvisar lo mejor posible.

 

Afirmar que tiene poco tiempo

Las discusiones de tiempo son entre los organizadores y el orador o conferencista, no son hechos que deban compartirse con la audiencia. El buen orador bien utiliza cada minuto que le es concedido y no habla ni un minuto más, ni un minuto menos. Quejarse frente al público, no sólo no produce resultado práctico alguno, sino que refleja incapacidad para abordar la sustancia que viene a exponer. Hable, no se queje.

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Empezar con un conjunto de muletillas

“Este, eh, ah…” son algunas de las muletillas más recurrentes, pero justo este fin de semana escuché un conferencista que dijo 35 veces “¿si o no?” en 45 minutos de exposición. Las muletillas ensucian cualquier presentación y, por ende, deben suprimirse. Si usted es uno de esos que inicia sus discursos con: “Bueno, este, eh, vengo a hablarles de…”, lo menos que puedo sugerirle es que se grabe y cuente cuántas muletillas dice. Con sólo eliminarlas mejorará sustancialmente.

Hacer buenas presentaciones de negocios o exponer buenos discursos políticos es una habilidad que se trabaja. La facilidad de palabra ayuda, pero no resuelve. Hay técnicas para hacerlo bien. Es una habilidad que se aprende, se practica y se domina.

Los mejores oradores que he conocido se asumen responsables de la atención y la entienden como necesaria. Por ello no me canso de afirmar que el primer objetivo de un buen orador es captar y mantener la atención, porque con independencia del tema que esté tratando, sólo la atención sostenida genera interés.

 

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