En otras ocasiones hemos hablado de cómo nuestra mente nos hace actuar de manera automática y de que nuestros pensamientos son los que nos impulsan muchas de las veces a hacer cosas de las cuales probablemente ni siquiera estamos totalmente convencidos.
Hacemos o decimos palabras de las que nos arrepentimos porque herimos, e inclusive llegamos a desconocernos, ¿recuerdas cuándo fue el último episodio en que experimentaste un profundo dolor por haber lastimado a alguien además de ti mismo luego de haber seguido un impulso de ira?
Es como si se tratara de una voz con la cuál te identificas, una voz dentro de ti que constantemente te dice cosas como: “Es que nadie me valora”, “Nada de lo que hago es suficiente”, “No merezco las cosas buenas que me ocurren” etc.
Ahora, si pudieras ponerle sujeto a la frase dirías algo así como: “Es que Juan, mi pareja no me valora”, “Es que para Pedro, mi jefe, nada de lo que hago es suficiente”, “En mi trabajo no me pagan lo que me merezco” y así, podrían desfilar un sinfín de nombres en el mismo discurso en cada uno de tus contextos que te detonan las mismas sensaciones.
¿Ya encontraste cuáles son esas frases con las cuales te identificas la mayor parte del tiempo?
Esa voz que relata una historia genera con ésta un cóctel de emociones, mismas que hacen que el cuerpo reaccione perdiendo balance y afectando su funcionamiento para crear así una inadecuada e infeliz realidad personal.
Dicha voz proviene del pasado, de heridas añejas y voces viejas que conforman algo que se llama el cuerpo del dolor.
¿Por qué es importante darte cuenta cuándo estas interactuando desde tu cuerpo del dolor y no desde tu ser esencial y superior?
El cuerpo del dolor siempre buscará donde albergarse, con quién identificarse y terminará anclándose con otro cuerpo del dolor, así que cuando te encuentres en una discusión acalorada probablemente sin sentido con alguien más observa que es tu ser fragmentado.
Incluso no es que esté latente todo el tiempo, puede ser despertado por alguna simple frase o evento, cuando te encuentras solo se alimenta de tus propios pensamientos y dado que los pensamientos tienen vibración cuando menos te lo esperes te mirarás interactuando con ese pedacito tuyo irreconocible.
El maestro espiritual Eckhart Tolle, menciona que las personas con un denso cuerpo del dolor son las que tienen mayor oportunidad para despertar y que ese cuerpo del dolor suplanta nuestro verdadero ser, también plantea que la identificación con el cuerpo del dolor se rompe con la presencia consciente.
A lo largo de la historia de la humanidad, la propuesta del trabajo de consciencia es el ingrediente para avanzar y para sanar.
El principio de todo será mirarnos a nosotros mismos, darnos cuenta, tomar responsabilidad de cada uno de nuestros pensamientos y transformarlos.
Cuestiona cada una de tus ideas, no creas todo lo que piensas que la percepción es totalmente abstracta y que miramos al mundo desde nuestra propia historia e historia es pasado.
En mis sesiones terapéuticas me gusta invitar a mis clientes a arraigarse, a anclarse a este momento y me gusta decirles algo así como:
“Te tengo una muy buena noticia, ESTE INSTANTE ES TODO LO QUE TIENES, NO TIENES MÁS, así que no importa lo que hiciste o no hayas hecho, lo más importante es lo que haremos a partir de ahora”.
Es liberador darnos cuenta cómo esa historia es sólo combustible para el presente, es abono para florecer.
Es liberador abrazar cada una de las cosas que sentimos sin negarlas, aceptarlas es el primer paso para avanzar, no se trata de querer cambiar hoy mismo lo que somos, se trata más bien de convertirnos en nuestros propios observadores.
Dejar pasar nuestro tren de pensamientos sin resistencias pero sí darnos cuenta de qué nos aprieta los botones y hace que nuestro cuerpo del dolor deje de ser ese volcán dormido para convertirse en un volcán en erupción.
Un día una de mis más grandes maestras dijo en clase: “Donde no hay fricción, no hay crecimiento”.
¡Uf!, en aquel momento escuchar la frase hizo que pensara en el hecho de que las personas que más amamos es a quienes más anteponemos este lado oscuro, sin duda nuestra pareja o familia son nuestros más grandes maestros porque en la misma medida que experimentamos el más profundo amor también friccionamos una y otra vez hasta que nos volvemos más compasivos y empáticos de poco a poco.
Si te gusta el tema nútrete con la teoría de Wilhem Reich, Alexander Lowen, John Pierrakos, Carl Jung y Eckhart Tolle entre muchos otros maestros y estudiosos del tema.
Hay un montón de herramientas audiovisuales, aprovecha el tiempo lo más que puedas y enfócate en sanar, eres un adulto y eres tu responsabilidad, porque si sanas tú, contribuyes a la sanación de tu árbol y las generaciones que vienen después de ti.
Siempre podemos ser una bendición para las personas que nos rodean con nuestro trabajo personal.
Por: Rosario Cardoso
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