No tengas miedo a brillar, eres más grande de lo que piensas

brillar como persona

Y se dice que la mejor manera de acompañar a otros a brillar es brillando, que de nada nos sirve el empequeñecernos para no incomodar sino por el contrario.

Hoy decidí tocar este mal tan humano, hablar sobre cuántas veces no hemos creído poder y dudado de nuestra grandeza, porque sé que en esta etapa muchos de nosotros estamos experimentando ajustes a nivel personal, profesional y relacional.

Pienso en cómo la vida tiene una y mil formas de empujarnos y saltar al vacío, ¿te ha pasado que de pronto no tienes opción mas que hacer lo que toca hacer porque si no lo haces no completas para los gastos del mes?

Me parece que es el gran espíritu impulsándonos a rearmarnos y no sólo eso sino también en el camino construir una mejor versión de nosotros mismos.

Y sí, es verdad que entre el miedo, el dolor y la frustración nos desconectamos de nosotros mismos y de nuestro poder.

Y cómo siempre lo único que necesitamos es escuchar nuestra pasión y hacer lo que hay que hacer sin mayor expectativa y me viene a la mente historias como Van Gogh quien en toda su vida no vendió ni un solo cuadro pero pintó miles, me viene a la mente la historia de investigadores, estudiosos y científicos cuya teoría nunca fue vista o reconocida sino post mortem, gente como Carl Jung o Nicola Tesla, historias de escritores como Haruki Murakami quien saltó a la fama luego de su libro número 20, o Stieg Larson, ese escritor sueco quien escribió una zaga (“Los hombres que no amaban a las mujeres”, “La chica que soñaba con un cerillo y un bidón de gasolina” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”), murió recién habiendo entregado los manuscritos de sus novelas sin que hubiera sido publicada la primera, o casos como Oscar Wilde quien escribió “De profundis” mientras estaba en la cárcel y pienso no sólo en el hecho de tener una divina obsesión sino también de sublimar el dolor a través de una pasión, que aunque muchas veces nos preguntemos: ¿pero quien soy yo para enseñar o compartir? ¿quién soy yo para tocar aquella puerta? ¿pero como por qué esa oportunidad me la darían a mi?

Por un lado está ese anhelo de brillar y por el otro la constante idea o creencia subterranea de que no somos dignos y entonces eso mismo nos lleva a hacer juicios respecto a quienes muchas veces si tienen el valor de exponerse y saltar a ese vacío, algunas veces motivados por la misma necesidad y con los mínimos recursos.

Si tocas una vida eres exitoso y si quieres ser más exitoso toca más vidas, como bien dicen: el mayor bien o la mayor contribución al máximo número de persona.

Si eres alguien que tiene miedo de volar o de hacer algo, sea lo que sea que se te de la gana piensa en que el mundo y todos nosotros nos estamos perdiendo de tu don y también veo que cuando no hacemos eso que tanto queremos nuestros ingresos pueden verse seriamente afectados porque siempre habremos de dar algo a cambio, así que si tú sientes escases financiera piensa en todos los recursos que tienes sin usar y que puede ser la voz sutil del universo diciendo: tengo esta vacante para ti, si te pones a mi servicio yo te proveeré de eso que necesitas, pero a veces es tanto el ruido interno que si bien es cierto que esa voz puede pasar desapercibida muchas de las veces nos hacemos los que no escuchamos porque sentimos miedo, miedo a nuestra propia autoexigencia y la voz de nuestro propio juicio o la frustración de la gente que nos rodea reflejada en nosotros es más fuerte.

A mi me pasa, me pasa muy a menudo y entre más me pasa más me aferro a mi necesidad de compartir e intento disciplinarme aunque a veces sienta que tengo sequía creativa.

Y es cierto que muchas veces anteponemos nuestro dolor o malestar y no nos damos cuenta que cuando más estamos rotos es cuando más podemos servir a los demás, porque conectar desde nuestra vulnerabilidad es más efectivo que movernos desde la máscara del “no pasa nada”, “no duele nada”, “mira cuán exitoso soy” y es que esa máscara tiene la necesidad de generar un impacto afuera, está diseñada para proteger, complacer o controlar aún a costa de nuestro proceso evolutivo porque no queremos perder, no nos gusta perder sin embargo el camino de consciencia implica dar un paso y retroceder dos, dar un paso y retroceder dos y así poquito a poco, buscando no separarnos tanto de nosotros mismos, no fragmentarnos aún más.

La mayor parte de nuestro sufrimiento viene de creer que somos eso que no somos, y eso que creemos que no somos es que nos somos dignos, que no estamos listos, que no podemos, que no somos adecuados y así la lista puede ser larga.

Nos peleamos entre nuestra realidad y nuestros estándares o los estándares ilusorios de cuanta red social visitemos cuando esa imagen idealizada es inestable.

El sentido de la vida se nos revela cuando elegimos mostrar el coraje de buscar quienes somos sin titubear.

En el mercado lo único que hay que hacer más que preguntarnos si somos suficientes o no, si estamos listo o no, más que mirar la competencia en estricto orden de indicadores del mercado es conectar con el corazón del otro, no importando sea lo que sea que hagas, no mires si el pasto del vecino es más verde, o si ya hay mucho de eso que a ti te gustaría dar, más bien aprendamos con las paradojas (o parajodas) de lo que implica ser humano y vamos a pesar del miedo y cuando amanezcas pensando: ¿pero quien soy yo para hacer, dar o enseñar tal cual cosa? pregúntate más bien ¿quién eres tú para no serlo?

Por: Rosario CardosoSoy Rosario Cardoso,  te invito mediante la práctica de yoga corporativo, el desarrollo humano y el mindfulness organizacional, a reconectar contigo y con tu cuerpo, a conocerte y ser tu mejor versión.Escucha el podcast “Alma en conexión” con Rosario Cardoso

Rosario_cardoso