¿En México no hay oportunidades? #EnfoqueHH

Estamos acostumbrados a escuchar el típico: “¡En México no hay oportunidades!”. Hoy te voy a contar una historia que, al menos a mí, me ha impactado y puesto alerta para recibir y aprovechar oportunidades constantemente.

Hace algunas semanas, a la oficina de un amigo mío, quien es un exitoso y joven empresario y emprendedor, llegó un adolescente de quizá 16 o 17 años. Era un chico de la calle y quería pedirle una limosna para ayudarle a vivir. Mi amigo, en vez de darle una limosna, le propuso lo siguiente: “A ver, muchacho, en mi estacionamiento hay cerca de 18 vehículos, ¿por qué no los lavas? Yo te voy a dar 20 pesos por cada uno, ¿te parece?”. Y así lo hizo, ese día el joven recibió 360 pesos, que fueron directitos a su bolsa al final de ese mismo día.

Al día siguiente, el joven regresó y lavó alrededor de 20 coches. Por supuesto se ganó 400 pesos y así los días siguientes. Yo quiero que tomes en cuenta que 350 pesos diarios (en promedio) para un joven de la calle es más que un excelente ingreso, representan alrededor de $8,000.00 mensuales.

Lo que me puede molestar es que al séptimo día el chico no regresó. Al octavo no regresó. Al noveno no regresó… y jamás se dignó volver. Lo más probable (y lo que más me enfada) es que este joven de 16 o 17 años crecerá con una programación de escasez.

Cuando tenga 30, 35 o 40 años y esté sumergido en su mediocridad, va a ser una de esas tantas personas que van por la vida diciendo que “en México no hay oportunidades”, o el típico “este país es tercermundista”. ¿O qué tal “nunca nadie me brindó una oportunidad para cambiar mi vida o para cambiar el rumbo de mi destino”? Va a ser de esa gente que se queja sistemáticamente de las situaciones, que se queja de todo, pero que no hace nada por mejorar su cotidiana situación de vida.

Hoy, a lo que te quiero invitar es a que pienses, que reflexiones cuántas oportunidades se te han ofrecido, cuántas oportunidades se te han presentado y tú, simple y sencillamente las has dejado pasar, o bien has sido desesperado y has renunciado antes de llegar a tener éxito. Si éste es tu caso, no le eches la culpa a México, a Dios, al gobierno, al sistema o a tus padres; acepta la responsabilidad de tus decisiones y vive en consecuencia.

Si estás dispuesto a pagar el precio, arriésgate, trabaja y produce sistemáticamente hasta alcanzar tu meta porque “si quieres tener lo que pocos tienen, debes estar dispuesto a hacer lo que otros hacen”.

Piensa, reflexiona y actúa