Desempolvando esa extraordinaria habilidad

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¿Qué harías si pudieras volver a vivir los momentos más importantes de tu vida?

 

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Por Jesús Gallego Villanueva (socio director de Capital Emocional)

 

Este fin de semana vi una película que me llamó la atención, su título “Una cuestión de tiempo”. En ella, el personaje principal tiene una habilidad muy especial, y es que si quiere regresar en el tiempo no tiene más que encerrarse en un lugar oscuro, apretar las manos, cerrar los puños y ¡voilá: vuelve al pasado! Desde ahí, puede cambiar el rumbo de su propia historia, conocer más a la mujer que pretende o ayudar a su hermana o a un amigo en problemas, siempre y cuando conozca cuándo y dónde empezó todo.

La película nos propone algunos dilemas interesantes, por ejemplo ¿qué haríamos en caso de que un ser querido tuviera un accidente o un problema?, ¿regresaríamos en el tiempo y se lo resolveríamos nosotros? ¿Permitiríamos ver caer a un hijo, a un amigo o a un ser querido?

Jonathan Haidt nos diría “¡cuán doloroso le resultaría ver el sufrimiento futuro de su hijo escrito frente a ustedes!”. Y no le faltaría razón. Pero continúa diciéndonos que deberíamos tener cuidado en esas circunstancias, “pues esas buenas intenciones podrían empeorar las cosas”.

 

 

También se plantea en la película otra cuestión interesante, pues el protagonista, pasado el tiempo, toma la resolución de no utilizar más su poder y simplemente se dedica a vivir la vida, su vida, exprimiéndole todo su jugo. Y para hacerlo y saber que va a triunfar, lo hará en dos pasos.

El primero es un consejo de su padre: tratar de vivir de nuevo sus días, volviendo en el tiempo, pero de manera algo distinta.  “Convive con la tensión y el estrés diarios, haz casi exactamente lo mismo, pero esta vez notándolo, dándote cuenta de lo que haces”. Siendo más consciente.

¡Qué interesante! Porque ve cómo sus días cambian, sólo prestando atención a esa tensión y las dificultades que le rodean y ofreciendo una respuesta distinta. Así, en vez de pasar rápidamente por un fantástico edificio gubernamental donde trabaja, disfruta de la maravillosa arquitectura; en lugar de preocuparse y tensionarse por un problema laboral, se ríe de sí mismo y sus errores para, de inmediato, buscar una solución. Y en vez de pasar desapercibido, sonríe y desea con una sonrisa un buen día a quien le cobra su café matutino.

Es fantástico ver cómo las cosas cambian desde esa perspectiva. Porque, ¿no es cierto que a veces nos dejamos arrastrar por la velocidad de nuestros días y permitimos perdernos en las circunstancias sin ser nosotros?

 

 

Decía John Lennon que “la vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”, ¿y no hay mejor plan que ser nosotros mismos, con nuestra mejor versión, disfrutando también de lo que hoy somos y tenemos?

De ahí, nuestro protagonista va al segundo paso. Cuando ya se acostumbró a estar presente, a repetir y cambiar sus días a través de la presencia, aprendió algo más: “aprendí a no vivir de nuevo mis días, sino a vivir mi día como si fuera el último de mi extraordinaria vida”.

Sensacional elección. Steve Jobs decía que así lo trataba de hacer, vivir su día como si fuera el último, pues, además, algún día tendría razón.

Al terminar la película, pensé que no hace falta ningún tipo de poder extraordinario para estar más presente en nuestra actividad diaria; de poder disfrutar y hacer disfrutar de nuestra presencia, aportando valor; de apreciar cada nuevo día como un nuevo regalo y valorarlo.

Así también cambiarán nuestros días, a través de nuestra renovada habilidad de elegir cómo vivirlos. Si queremos cambiar el mundo, primero debemos cambiar nuestra manera de verlo.

 

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